domingo, 14 de junio de 2015

Gentes de mi tiempo y de mi tierra. Ives Congar

GENTES DE MI TIEMPO Y DE MI TIERRA

IVES CONGAR


  Su carné de identidad, en lo humano y en lo intelectual, es conocidísimo en los círculos eclesiásticos y en cuantos ambientes seglares se interesan por la marcha de la Iglesia. Fraile dominico, nacido en el seno de una familia burguesa en Francia hace setenta y un años, autor de infinidad de trabajos y libros, predicador incansable, apasionado por una causa: la Iglesia.

  Hasta un ayer, no demasiado lejano, vivía en el ostracismo a causa de sus ideas renovadoras. Hoy, en los alrededores de Pablo VI y en todo el mundo, se le escucha con respeto y se le ve como un profeta señalador de caminos nuevos para esa Iglesia que siempre amó con una lealtad inquebrantable.

  Del ayer al hoy, toda una aventura hecha de dolor y de lágrimas. Pero, al final de cualquier vía crucis, la verdad siempre triunfa. La verdad de Yves María José Congar fue su amor a una Iglesia que no siempre le comprendió. Ahora él, el padre Chenu, el padre  Teilhard de Chardin, el padre Lubac por no citar otros, vuelven al puesto de honor que nunca debieron perder.

  Hay que saludar con gozo su retorno a la dirección del pensamiento en la teología eclesial de nuestro tiempo.

  Si hay una palabra que caracteriza el caminar de Yves Congar, ésa no es otra que "lealtad". Su obra comenzó en el trabajo para unir a los cristianos separados, reconociendo con honradez todas las riquezas de los "otros", tantas veces desconocidas y minimizadas ("Cristianos desunidos" 1937). Esta actitud comportaba confesar lealmente que los errores de las antiguas rupturas tenían que ser compartidos. Congar lo confesó muchas veces, sobre todoen lo relativo al Cisma de Oriente. ("Novecientos años después"  1950), en el que recapitulaba todo el movimiento de renovación que debía desembocar en el Concilio Vaticano II. Hacía falta, entonces, mucho coraje para escribir estas cosas y, desde luego, mucho amor al riesgo.

  De hecho, el padre Congar fue criticado, denunciado, rechazado por la autoridad eclesiástica superior. En 1954, el padre Chenu y el padre Congar eran "castigados" por haber hecho apología de la experiencia emprendida por los sacerdotes obreros. La eclesiología defendida por Congar fue la causa de que se le enviara como penitencia a Cambridge. A propósito de los sacerdotes obreros, había escrito: "La Iglesia puede suspender una experiencia. Pero no puede suprimir un problema".

  Las tesis del padre Congar, sus sugerencias sorprendentes, su visión del futuro, chocaban entonces. Hoy todo el mundo habla como él hablaba. El tiempo le ha dado la razón. Apenas veinte años después, en 1962, se reunía el Concilio Vaticano II. Un concilio
-y varios sínodos después- que saben mucho de la obra, la palabra y el pensamiento de Congar.

  Su aventura intelectual, hecha de sufrimiento, de silencio fecundo y de profundísima humildad, había ganado la batalla. Ahora todo son homenajes y otorgamientos de doctorados de honor en las más importantes universidades del mundo.

  El padre Yves Congar ha venido alguna vez a España, pero nunca a Zaragoza. Lo vamos a tener entre nosotros el próximo martes, día quince de abril. Ha sido invitado por el director del Colegio Mayor "Pedro Cerbuna" y por el director del Instituto Francés de nuestra ciudad. A las siete y media de la tarde, en el salón de actos del mencionado colegio universitario, dará una conferencia. Su solo título es una invitación ineludible: "El porvenir de la Iglesia".

  Personalmente, me atrevo a adelantar que el célebre dominico defenderá con ahínco una idea que ha sido constante en su vida: el futuro de la Iglesia reside en que sepa estar presente en el porvenir del mundo. Para lo cual, quizás, ya no sean bastantes las adaptaciones, sino que se impongan los cambios.

  Pero, ¿qué cambios? Habrá que ir a conocerlos de boca de uno de los teólogos más relevantes de nuestros días. Un "cerebro" que, afortunadamente, la Iglesia ha sabido recuperar a tiempo para su propio bien. El amor, la lealtad, la fidelidad de Yves Congar bien merecían este retorno. En Zaragoza sabremos aplaudir su heroico testimonio. Aparte de que, por desgracia, figuras de esta talla en el campo de las ciencias eclesiásticas suelen pasar de largo por nuestra ciudad.

11 de abril de 1975

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