L a u d a t i o
XXIII PREMIO A LA
EXCELENCIA PROFESIONAL DE ROTATY CLUB A LAS UNIDADES DE RESCATE E INTERVENCION EN
MONTAÑA DE LA GUARDIA CIVIL EN ARAGÓN (21
DE ABRIL DE 2015)
Señor Presidente de Rotary Club de Zaragoza
Excmo. Sr. Delegado del Gobierno en Aragón
Excmo. Sr. General Jefe de la 8ª Zona de Aragón de la Guardia Civil
Ilmo. Sr. Coronel Jefe del Servicio de Montaña de la Guardia Civil
Excmas. Autoridades civiles y
militares
Consocios y amigos de Rotary
Club de Zaragoza
Señoras y Señores
Rotary Club de
Zaragoza siente hoy una inmensa alegría al acoger en su particular y exigente Galería
de la Excelencia Profesional a las Unidades de Rescate e Intervención en Montaña
de la Guardia Civil en Aragón.
En esta particular y brillante Lonja de
personalidades selectas que custodia Rotary como un tesoro, figuran hombres,
mujeres, empresas, entidades y asociaciones que, con su talento y su honradez,
han prestigiado los más diversos campos de la actividad humana: la docencia, la
investigación, la medicina, el periodismo, la acción social, el comercio, la
historia o el arte. Todo ellos, además, han contribuido con su trabajo, dedicación
y esfuerzo a elevar el nivel humano,
científico, cultural y moral de Aragón.
Hasta hoy, son ya 22 fotografías, 22 modelos, que hemos colgado en las
paredes de ese salón del espíritu, en
esa especie de aula magna, invisible, pero real, que Rotary ha creado para perpetuar
la memoria y el magisterio de los mejores. Son 22 estampas, que simbolizan conductas ejemplares
y que, para nosotros, y creemos que para toda la sociedad, vienen a ser, unas
veces, reproche por nuestra indolencia, en otras ocasiones, grito por nuestra
cobardía y, siempre, luz para nuestro camino.
A ese reducido grupo de selectos
se incorporan hoy con todo merecimiento las UNIDADES DE RESCATE E INTERVENCIÓN
EN MONTAÑA DE LA GUARDIA CIVIL EN ARAGÓN. Y quiero señalar desde el principio
que, aun cuando Rotary, en la creación y concesión de este Premio, no ostenta
representación ni delegación de nadie, al entregar este galardón hoy en este
acto, se arroga el orgullo de
interpretar el sentimiento de todos cuantos conocen a la Guardia civil y
saben cómo trabaja. Al fin y al cabo, a las asociaciones intermedias, como es
el caso de Rotary, les corresponde, entre otras funciones, el derecho y el
deber de ser intérpretes de los problemas y aspiraciones del conjunto de la
sociedad ante los poderes públicos.
Por eso, este Premio a la Excelencia
Profesional, señoras y señores, queridos y admirados miembros de las Unidades
de Rescate, lo ha creado Rotary y os lo entrega Rotary, pero tened la seguridad
de que, por nuestro medio, os lo concede toda la sociedad aragonesa, ya que es
todo Aragón quien tiene el más elevado concepto de vuestra conducta y la más
sincera admiración por vuestra manera de entender el ejercicio de vuestro
trabajo profesional.
Citaré tres datos recientes que
confirman la alta estima que tiene la
opinión pública de la categoría, la profesionalidad y el buen hacer de esta magnífica institución
que premiamos hoy.
En primer lugar, recordaré que, según
constatan cada año los barómetros del
CIS, la institución más y mejor valorada por el conjunto de los españoles es la
Guardia Civil. Y nuestro Club rotario ve
a las Unidades de Rescate e Intervención en Montaña, como una de las ramas más
cobijadoras y eficientes de ese noble y
robusto árbol que es la Guardia Civil.
En segundo lugar, aporto aquí el
testimonio de los guardas de los Refugios de Aragón en apoyo del trabajo de las
mencionadas Unidades, a propósito de una polémica suscitada con ocasión de la publicación, por parte del
Gobierno aragonés, de la Ley del 7 de marzo de 2013, sobre Regulación y
Coordinación de los Servicios de Prevención, Extinción y Salvamento de Aragón.
Una mala interpretación de esta ley por un medio de comunicación oscense creó
confusión e indujo a pensar que se
arrebataba a los Grupos de Rescate de la Guardia Civil la competencia de los
rescates en la montaña. Ante esta situación, los guardas de los refugios y
albergues de Estós, Góriz, Angel Orús, Riglos, Lizara, Rabadá-Navarro,
Respumoso, Casa de Piedra, Pineta, Viadós, Montfalcó, Morata, Linza, Gabardita
y Bujaruelo, emitieron un comunicado en el que, entre otras cosas, decían lo
siguiente:
“Queremos manifestar nuestro total e incondicional apoyo a las Unidades
de Rescate de la Guardia Civil, que son las que cuentan con el máximo respaldo
nacional e internacional por su trabajo y por la gran labor social que hacen en
los núcleos en los que residen.
Todos reconocen su eficiente labor en el rescate, no solo en la alta
montaña, sino también en barrancos y cualquier actividad deportiva que esté
relacionada con la montaña…Los refugios de montaña y sus guardas participamos
en la ayuda a los accidentados de montaña, ya que, muchas veces, el refugio es
el punto al que los compañeros del accidentado acuden a fin de poder dar la
primera voz de alarma. Precisamente por eso, por estar ahí en el momento
crítico, podemos dar fe de primera mano de su gran trabajo profesional y
abnegado…, de su eficacia y resolución para llegar al accidentado y prestar la
tan necesaria ayuda ante cualquier adversidad climática o técnica, del mucho esfuerzo
que, día a día, realizan en entrenarse y estar preparados, pero, sobre todo,
damos fe del altísimo grado de humanidad que trasmiten y muestran…Como colectivo
profesional vinculado a la montaña y al montañismo que somos, nos sentimos
mucho más seguros sabiendo que están ahí cuando los necesitamos”.
El tercer dato me lo proporciona
la entrevista que aparece en el Heraldo de Aragón el día 1 de septiembre de
2014. En ella, el presidente de la Federación Española de Montañismo, Juan
Garrigós, afirma textualmente: “El Grupo
de Rescate de la Guardia Civil es realmente extraordinario y está entre los mejores
de Europa”.
Permitidme que, a modo de resumen
y síntesis, añada un último elogio tributado a las Entidades de Rescate con
ocasión de una recientísima operación llevada a cabo en el Pirineo aragonés,
operación que me complazco en recordar y detallar ahora.
Como sabéis, la lluvia y la nieve, el hielo y
el viento hicieron del invierno de este año una estación particularmente dura en toda
España. Nuestra comunidad no fue una excepción, y no faltaron jornadas graves, en las que el irresistible poder de la
naturaleza causó cuantiosos daños
materiales y estuvo a punto de provocar irremediables tragedias personales en
nuestro territorio. En concreto, los días 20 y 21 del pasado mes de febrero resultaron particularmente angustiosos,
terribles, insoportables, para el
sargento de la Guardia Civil, José Sánchez, de 30 años, natural de Bilbao, y
para el teniente del Ejército, Jesús Chicharro, de 29 años, madrileño,
destinado en el cuartel de la Victoria de Jaca. Ambos realizaban una travesía entre Astún y Rioseta
en Candanchú cuando, encontrándose a 2.050 metros de altitud y con una
temperatura de 13 grados bajo 0, quedaron aislados, sorprendidos por una intensa tormenta de nieve,
acompañada por rachas de viento de más
de 100 kilómetros por hora.
Fueron excepcionales las peripecias
vividas por estos dos jóvenes militares durante casi cuarenta y ocho horas, de día y de noche. El relato de la sensacional aventura de su
rescate se halla escrita con llamativos titulares, impactantes fotografías y
toda clase de pormenores en los medios informativos locales.
Al hilo de estas informaciones en
los medios locales, apareció en las páginas de opinión del Heraldo de Aragón,
un artículo firmado por Ángel Gorri, titulado “Alta Montaña” en el que, comentaba
los hechos y concluía con estas palabras textuales: “El desenlace nos regala una
impagable enseñanza, la de saber que los equipos de rescate de montaña que
tenemos en Aragón son una garantía y un regalo para todos los amantes de
nuestro Pirineo. Merecedores en varias ocasiones de reconocimientos oficiales,
éstos nunca llegarán a compensar toda su entrega y altruismo”.
Debo señalar que esta hazaña de las Unidades de Rescate
protagonizada en Candanchú hace dos meses, aun siendo muy llamativa e
importante, no es más que una modesta imagen del abultado y hermoso álbum de
servicios que presta a la sociedad la nunca suficientemente ponderada
profesionalidad de la Guardia Civil en nuestras montañas.
Resulta imposible trazar aquí
siquiera un resumen de su impresionante y polifacética labor durante los
últimos años en España. Como quiera que el mayor número de accidentes en
nuestro país se concentra en el Pirineo aragonés, nada menos que el 35,29 % del
total nacional, me limitaré a dar unas cifras sobre su trabajo en nuestro territorio. En el Alto
Aragón, según datos del Gobierno regional, dados el pasado 2 de Febrero en el
Parlamento autonómico a preguntas de dos diputados, estas son las cifras
oficiales:
En los años 2010, 2011, 2012,
2013, y los nueve primeros meses de
2014, la Guardia Civil ha tenido conocimiento de un total de 1.650 accidentes
de montaña en la provincia de Huesca. La media de cada uno de los ejercicios se
sitúa entre los 314 y los 345, o sea, casi uno por día. Los datos son todavía más significativos y
elocuentes, si reducimos el balance al periodo que va de enero a septiembre de
2014. Solo en estos nueve meses, los Grupos de Montaña han llevado a cabo 341
intervenciones, un 20 % más que en 2013, con un total de 597 rescatados, un 3 %
más que el año anterior.
Pero, señoras y señores, amigos
todos. Esta distinción que entregamos hoy no premia la cantidad, sino la
calidad. No valora tanto un hecho aislado, por muy excepcional y sobresaliente
que sea, cuanto una trayectoria. No se detiene en contar el número de horas de
un trabajo, sino en subrayar el espíritu con que ese trabajo se realiza. Quienes
hemos creado y otorgamos este Premio y seleccionamos a los merecedores del
mismo, analizamos, medimos y exaltamos exclusivamente la excelencia en el
desempeño de las funciones que a cada uno le corresponden. Este premio es una
distinción al esmero, al primor, a la eficacia, a la conciencia personal, al
sacrificio. Es el galardón a la meticulosidad, a la perfección, a la obra
acabada. En una palabra, al trabajo bien hecho. Hoy Rotary no premia una proeza
ni los centenares de heroicidades que se realizan cada año, sino, simplemente,
recuerda, publica, divulga y enaltece una manera de entender la profesión. Esta
gala en concreto es el homenaje a quienes, como reza el acta de concesión,
ofrecen su propia vida por salvar la vida de los demás. En fin, este premio, permítasenos
la expresión a nosotros que intentamos trabajar por la paz de las naciones y el
entendimiento entre los pueblos, este Premio, repito, es una especie de declaración
de guerra contra la improvisación y la prisa, contra la frivolidad y la
torpeza, contra la ligereza y la chapuza, esas lacras que tanto abundan
desgraciadamente hoy en la práctica de las obligaciones profesionales.
Créanme que, cuando leo y veo cómo se llevan a
cabo las operaciones de rescate, se me curre pensar que, tal vez los guardias
civiles que intervienen en acciones de tanto riesgo han leído a Antonio Machado
y recuerdan aquel sabio y acertado aforismo que el poeta andaluz daba a sus alumnos antes de embarcarse en una
empresa cualquiera:
“Despacito y buena letra,
Que el hacer las cosas bien
importa más que el hacerlas”
Hacer bien las cosas. Sólo es eso. Es poco. Y, sin
embargo, eso es todo. Hacer bien las cosas por muy difíciles y arriesgadas que
sean es la única senda que conduce a la excelencia.
Quisiera decir siquiera unas breves
palabras sobre un asunto bastante desconocido, pero que se me antoja muy
importane. Me refiero a los costes de las operaciones de salvamento. Debo aclarar
que hay costes económicos que son tangibles, pero hay otros muchos, más difíciles
de cuantificar, en los que resulta muy complejo, por no decir imposible,
precisar la cantidad exacta de los dispendios ocasionados. Tales son, por
ejemplo, el número de agentes que participan, el importe de su hora de
servicio, las actividades de formación previa que ha realizado cada uno de ellos,
los cursos de actualización y
perfeccionamiento, los materiales que se utilizan y su ciclo de vida, la
duración exacta del auxilio o el combustible, etc…
Sí que, en cambio, es perfectamente cuantificable el coste
económico de las horas de vuelo del helicóptero, un aparato que se utiliza en
un alto porcentaje de los rescates. En los años 2010, 11, 12, 13 y los nueve
primeros meses de 2014, han costado 2.274.000 euros. Por cierto, un hecho curioso que ilustra muy
bien el asunto de que estoy hablando. En la ruta del Cares, que discurre por
los Picos de Europa, entre León y Asturias, concretamente entre Cain (León) y
Pancebo (Asturias), el año 2013, un hombre se accidentó cuando la recorría de
noche y en bicicleta. Los Servicios de Rescate del Principado de Asturias le
cobraron por el servicio de helicóptero medicalizado a razón de 2.014 euros por
hora. Esta es la única vez, y quizás la última, que se cobró, porque había excesiva
imprudencia y negligencia.
Esta mención del coste del uso
del helicóptero en las operaciones de
rescate, me lleva de la mano a manifestar en voz bien alta la importancia que
tienen las dos Unidades de Helicópteros con sede en Huesca y Benasque,
integradas en las Unidades de Rescate e
Intervención en Montaña de la Guardia Civil en Aragón. Su misión, cuando son
requeridos sus servicios, es no solamente encomiable, arriesgada y ejemplar,
sino, sobre todo, imprescindible. En reconocimiento de su difícil y meritísima
actividad y como minúsculo homenaje a sus hombres, me complace evocar el brevísimo
elogio poético que les dedicó el periodista aragonés Luis María López Allué que
escribió:
Al despertar, se encontró frente
a frente
con las nevadas cumbres del Pirineo.
con las nevadas cumbres del Pirineo.
Un frío horrible y punzante sintió
que le
atravesaba el corazón.
atravesaba el corazón.
Aquellas encanecidas
crestas que rasgaban las nubes
con olímpica majestad,
lo aniquilaba y empequeñecía,
sintiéndose débil e
impotente para salvarlas.
Ligero como los
sarrios,
trepaba por los atajos y veredas, trasponía las cumbres,
salvaba los
precipicios, y caminaba alegre, henchido de júbilo,
como emigrado que retorna
a su patria
Señoras
y señores, he dedicado muchas horas a informarme del quehacer del grupo de
hombres y mujeres a los que estamos enalteciendo hoy. He tratado de
documentarme debidamente para poder hablar con rigor, sin dejarme llevar por mis
propios sentimientos o por opiniones ajenas. He revivido no pocas y variadas anécdotas y vivencias
personales compartidas a lo largo de mi vida con la Guardia Civil. He repasado
en las hemerotecas los emocionantes relatos de los últimos rescates en nuestro
Aragón. He vuelto a conmoverme releyendo la crónica de la tragedia vivida el
pasado 23 de agosto en el pico leonés de La Polinosa , en la que murieron un
capitán, un teniente y un agente de la Guardia Civil mientras lograban
salvar a un joven montañero.
Y, al revisar despaciosamente
todo ese material, trato de dar con la
clave que me explique lo inexplicable,
que me aclare cómo es posible llevar la lealtad profesional y la voluntad de
servicio hasta el extremo de estar dispuesto a ofrecer la propia vida por
salvar la de los demás. Y no acabo de encontrar esa llave. Incluso, me
pregunto, a veces, si los componentes de las Unidades de Rescate e Intervención
en la Montaña de Aragón son de otra madera, si, tal vez, estarán hechos de otra
pasta o si, quién sabe, los dioses inmortales les otorgaron un don especial,
una fortaleza sobrehumana. Pero no consigo hallar una respuesta convincente al
porqué del amor a tanto riesgo, a tanta renuncia, a tanto sacrificio, en
definitiva, al porqué de tan colosal
amor a la profesión y al ser humano.
Tengo para mí que las pautas de su conducta están previstas, asumidas y explicadas en un Documento
excepcional que todo Guardia Civil tiene la obligación de sabérselo de memoria.
Creo que es ese Documento, grabado en la
mente y en el corazón de cada uno de los miembros de las Unidades de Rescate, el
que ha sido capaz de ofreceros una
formación excepcional del carácter, un incansable afán de superación y
generosidad, de osadía y de servicio a los más necesitados de auxilio por encontrarse en situaciones gravemente
peligrosas.
Ese Documento tiene un nombre muy modesto,
pero un contenido sublime. Se llama Cartilla del Guardia Civil. No conozco institución
alguna, ni pública ni privada, que se haya impuesto a sí misma un código ético
de tanta exigencia como el de esa Cartilla que rige el comportamiento de todos
y cada uno de los miembros que integran la Guardia Civil en el ejercicios de
sus respectivas misiones. Basado en el
honor, la disciplina y el patriotismo, ese Código, redactado en 1844 y puesto
en marcha en 1845 por el Duque de Ahumada, creador de la Benemérita
Institución, constituye todavía hoy, ciento setenta años después, un Documento de un valor moral incalculable que
bien podría y debería servir de modelo y estímulo a cuantos, en nuestros días, tienen
responsabilidades públicas.
Sí, la Cartilla del Guardia Civil, que lleváis
en la sangre, os ha infundido una especie de mística que os hace diferentes del
común de los mortales, y os da coraje
para vencer el miedo y despreciar la cobardía, una mística que os impulsa a
rechazar la tentación de la comodidad y de la indiferencia, una mística que os
hace disponibles a todas horas, de día y de noche, y en cualquier estación del
año, una mística que os empuja a poner en práctica el conocido lema “citius”,
“altius”, “fortius” en una imaginaria olimpíada no del músculo sino del
espíritu, una mística que educa y fortalece la voluntad como el mejor método,
como la más eficaz pedagogía de superación personal.
Miembros de las Unidades de
Rescate e Intervención de Montaña en Aragón: el Delegado del Gobierno en
Aragón; el general Tocón Diez, jefe de
la 8ª zona de Aragón de la Guardia Civil; el Coronel, jefe del Servicio de
Montaña; todos los miembros de la siempre querida y admirada Benemérita: el Rotary
Club de Zaragoza; y, con Rotary, toda la sociedad aragonesa os felicitamos de
corazón y os damos la más sincera enhorabuena por esta distinción tan merecida.
Pero, sobre todo, montañeros del
alma, atletas de las cumbres del espíritu, “ochomilistas” de los más elevados valores humanos, gracias de todo corazón,
muchísimas gracias por ser como sois,
gracias por el excelente ejemplo que dais a diario en el cumplimiento del deber.
HE DICHO
Juan Antonio Gracia Gimeno
Zaragoza, 21 de abril de 2015